La obediencia es una actitud
responsable de colaboración y participación, importante para las buenas
relaciones, la convivencia y las tareas productivas. La acción de obedecer es
aquella en la que se acatan normas, órdenes, reglas y comportamientos. No todos
los niños aprenden a ser obedientes de la misma manera y en el mismo tiempo.
Todo dependerá de cómo se inculca ese valor y del carácter que tenga cada uno.
Para algunos niños es más o menos
complicado ser obedientes, y para muchos padres es difícil enseñar a obedecer.
Todos los padres se preocupan por la desobediencia de sus hijos, es uno de los
temas que causa mayor malestar en el entorno familiar, pero enseñar a ser
obediente requiere su tiempo.
La obediencia no se determina por
el afecto que puedas tener hacia la persona que autoriza, manda o pide, se
concentra en realizar la tarea o cumplir el encargo que se te encomienda, sin
pedir nada a cambio. La obediencia no tiene nada que ver con la sumisión y eso
lo sabe bien quien está acostumbrado a decidir y actuar desde la libertad. La
obediencia es comportarse con responsabilidad y consecuencia.
La obediencia forma parte del
aprendizaje del control y regulación de la conducta, de la asimilación de las
reglas, primero en el plano externo, haciendo las cosas como el adulto le dice
para agradarlo, y ganarse su aprobación y elogio; y, posteriormente, si el niño
es debidamente estimulado por el adulto, por propio deseo, aprendiendo a
controlar su conducta y cumplir las reglas de manera consciente, ya no para
agradar a nadie sino por la satisfacción que esto le produzca
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